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lunes, 25 de enero de 2016
DOLMEN DE SOTO TRIGUEROS
Se trata de un túmulo artificial de 75 metros de diámetro que cubre el dolmen. Dicho túmulo se levanta sobre unos terrenos llanos, por lo que resulta perfectamente reconocible.
El Dolmen de Soto pertenece al tipo denominado "de galería o largo corredor", y con sus 20,90 metros de longitud constituye el más largo de los dólmenes de Huelva. Su entrada se orienta hacia el Este y tiene sólo 1,45 metros de altura, aunque la altura interior va aumentando progresivamente. Su anchura varía desde los 0,82 metros de la antigua puerta a los 3,10 metros de la cámara; el suelo es perfectamente llano, excepto en el acceso, dónde presenta una ligera inclinación hacia el interior.
Tanto las paredes como la cubierta del dolmen están hechas de grandes ortostatos de granito, la mayoría, caliza dura, arenisca, pizarra, e incluso conglomerado fosilífero, con unas dimensiones que oscilan entre los 3,25 - 4,25 metros de longitud, y los 1,25 - 3,10 metros de anchura, y tienen un grosor aproximado de 0,55 metros.
A los 4 metros de la entrada, el corredor se estrecha mediante dos ortostatos que hacen las veces de puerta de acceso a la cámara funeraria, que se localiza a 14 metros de la entrada; tiene más de 3 metros de anchura y casi 3,50 metros de altura. Detrás del mencionado estrechamiento, hay un bloque de 1,80 metros de altura que actúa como pilar de sustentación de una de las losas de la cubierta, probablemente rota en el momento de ser colocada.
En varios de los ortostatos hay numerosos y variados grabados que constituyen uno de los repertorios más importantes de la Península Ibérica. Entre los motivos representados hay simples líneas, "cazoletas" y otros signos de difícil interpretación, además de puñales, un ídolo, y figuras antropomorfas, entre ellas dos consideradas por Obermaier como madre e hija, ya que la menor aparece bajo el brazo de la mayor. Bajo este ortostato se hallaron los cadáveres de una mujer y de un niño. Aunque la mayoría de los grabados se distribuyen por ambas paredes del corredor y de la cámara, uno de ellos se localiza en una de las losas que cubren la entrada de la cámara.
En el interior del dolmen, que no había sido violentado, se hallaron ocho cadáveres, en cuclillas y apoyados en los ortostatos con grabados. El ajuar funerario, bastante escaso, se compone de objetos líticos como hachas pulimentadas y cuchillos de sílex, así como de vasijas de barro hechas a mano, un brazalete cónico de hueso, algunos fósiles marinos y varias cuentas de collar.
A unos 250 metros del dolmen descrito halló Obermaier los restos, muy destruidos, de un segundo dolmen, de los que aún pudo extraer algunos datos constructivos. Según este autor, el corredor tendría unos 8 metros de largo por 1,40 metros de anchura, y la cámara funeraria unos 6 metros de largo por 2,50 metros de anchura por término medio. También esta sepultura fue excavada por Armando Soto, quien localizó los restos óseos de entre 18 y 20 individuos, la mayoría de los cuales estarían en cuclillas y apoyados contra las paredes, como en el dolmen vecino, pero otros estaban en posición de decúbito supino y orientados verticalmente con respecto al eje del sepulcro colectivo. Los esqueletos estaban recubiertos por una capa de tierra dura mezclada con grandes guijarros.
Del ajuar del dolmen, muy similar al vecino, se recuperaron sólo algunas piezas, entre las que se cuentan varias piezas líticas, una hoja de puñal de cobre, dos fragmentos de punzones de marfil,... y algunos fragmentos de cerámicas a mano. Destaca también un grabado de motivo atípico que apareció en uno de los ortostatos, que fue publicado por Obermaier.
El carácter funerario de la zona del Zancarrón debía ser conocido desde antiguo, como prueba un acta capitular de Trigueros, con fecha del 8 de Enero de 1823, donde al referirse a una demarcación de tierras, se dice que en el Cabecillo del Zancarrón estaba enterrado Mohamad Ben Muza, a quien se le atribuía la creación de la primera obra algebraica, publicada en el siglo VIII.
Su descubrimiento se debe al propietario de los terrenos, Armando de Soto, quien lo halló de forma accidental al abrir una zanja para la cimentación de una casa en 1823. Tras su descubrimiento, el Sr. Soto procedió a su excavación, y a ese momento se debe la pérdida de datos de gran importancia para su datación, y las primeras obras de restauración de la cubierta, que había sido parcialmente destruida en el transcurso de las obras.
En 1824 Obermaier publica un libro en el que recoge todos los pormenores de la excavación y las características del dolmen. Desde entonces no se han vuelto a practicar excavaciones, aunque si se han realizado varios estudios sobre el sepulcro y sobre los grabados de su interior.
En 1931 fue declarado Monumento Nacional, aunque las primeras actuaciones encaminadas a su conservación no llegarían hasta 1957, cuando la Dirección General de Bellas Artes realizó una primera actuación puntual en la entrada del dolmen.
Entre 1981 y 1985, el arquitecto Ismael Guarnier y el arqueólogo Fernando Piñón redactaron un proyecto de excavación y restauración del que sólo llegaron a realizarse algunas de las obras propuestas como medidas de consolidación.
En 1986 se procedió al levantamiento de un ortostato caído, y en 1987 la Junta de Andalucía adquirió los terrenos. Finalmente, en 1990 se realizó un proyecto de consolidación que dirigieron los arquitectos Guillermo Duclós Bautista y Juan Manuel Real Molina.
El Dolmen de Soto, coetáneo de los grabados, fue fechado por Obermaier en el periodo Calcolítico, entre el 3.000 y el 2.500 a. C. Su datación es difícil de establecer por la escasez de su ajuar, posiblemente desaparecidos en el momento de su descubrimiento y excavados por el propietario de los terrenos.
La construcción del domen es reflejo de una sociedad bien organizada política y económicamente, ya que hubo de existir una gran infraestructura para transportar los ortostatos desde puntos tan lejanos como Escacena, a 37 kilómetros, de donde se trajo el granito; Lucena, a 10 kilómetros, de donde se trajo la arenisca; o Niebla, a 6 kilómetros, de donde procede la caliza.
El dolmen vecino, aunque coetáneo, debió construirse con anterioridad al denominado "de Soto", según dedujo Obermaier de sus menores dimensiones y de su mayor número de enterramientos. La aglomeración de esqueletos sería causante de la construcción del Dolmen de Soto, de dimensiones mucho mayores. La escasez de enterramientos en él podría relacionarse con el abandono definitivo del lugar como necrópolis.
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